¿Cuál es el futuro de los programas de genética porcina? ¿Rentabilidad?

Los programas de genética porcina siempre han tenido como objetivo fundamental la obtención de líneas que aportasen la mayor rentabilidad al porcicultor.

En un principio la selección se centró en la fijación de las diferentes razas porcinas, al objeto de explotar las características más rentables de cada raza; así se crearon los estándares raciales y los libros genealógicos de las razas que aún hoy en día se siguen explotando.

Durante la primera mitad del siglo XX, hasta los 60 la base fundamental de la mejora ganadera se sustentó sobre todo en el desarrollo de las razas y en el último tercio del mismo siglo el avance de las producciones porcinas se han basado sobre todo en los esquemas de hibridación porcina, el fenómeno heterosis se produce cruzando razas diferentes y por el que se consiguen mejorar los caracteres reproductores de las explotaciones y por tanto una mejora de la rentabilidad.

Hoy a principios del siglo XXI, la globalización se ha visto reflejada en la concentración del comercio, lo que ha modificado los hábitos de los consumidores españoles junto al incremento experimentado en las producciones porcinas de la última década, pasando de un autoabasteciendo del 103% a un 140%, lo que obliga a exportar un 40%. Este tipo de comercio junto con el hecho de que el consumo industrial de jamón y los embutidos, debido a la bonanza económica, se ha visto dirigido al cerdo ibérico, desplazando al de cerdo blanco, ha condicionado el que los programas de genética hayan tenido que unificar el tipo del finalizador, pues las exportación exigen una tipificación del cerdo para el consumo en fresco, primando hoy en día la utilización de la raza Pietrain, raza con menos grasa, como la base del macho finalizador.

Para aquellas empresas que quieran producir cerdos dedicados a la industrialización es mucho más recomendable utilizar animales más grasos, por su mayor calidad de carne, y de mayor peso de sacrificio, de mayor crecimiento, rusticidad, grasa y una mejor calidad de carne, como aporta la raza Duroc.

Con respecto a los retos que tienen ante sí los genetistas en el futuro, éstos vienen determinados por el desarrollo de nuevos localizadores genéticos, que junto a los ya existentes para la prolificidad, la infiltración grasa, la previsión de enfermedades tales como la detección del estrés, hernias, etcétera, mejoren las producciones porcinas obteniendo animales que sean más resistentes a determinadas enfermedades, que eviten en lo posible la utilización de medicamentos que puedan ser considerados lesivos para el consumo humano.

El futuro de los programas de genética porcina va en función del futuro del sector, pero que en el caso de las empresas de genética ya están en manos de multinacionales presentes en todos los países productores. Tal vez con la incorporación de China al mercado internacional, puede que haya que incluir alguna raza allí existente, pero que por la falta de desarrollo aún no ha mostrado toda su capacidad de rendimiento.

Capítulo aparte merece el cerdo ibérico, cuya característica más importante es la calidad del producto y que tiene su máxima expresión en la adaptación al medio natural, con el aprovechamiento de la hierba, la bellota y por ende a la obtención de productos de máxima calidad, que obligan a una genética muy específica para este tipo de animales.

Fuente: Eduardo González Gómez, M.V. & Razas Porcinas.


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