Neumonía vírica producida por el Virus del Síndrome Reproductivo y Respiratorio Porcino (PRRS)

CEVA

El síndrome reproductivo y respiratorio porcino (PRRS) es una enfermedad de reciente aparición que afecta a la especie porcina, y que se caracteriza por presentar clínica reproductiva en las cerdas, aumento de la mortalidad durante la fase de lactación y neumonía en cerdos de engorde.

La primera descripción de la enfermedad data de 1987 en los Estados Unidos donde, debido al desconocimiento del agente etiológico, se la denominó “enfermedad misteriosa del cerdo” (Hill, 1990). Curiosamente, en estudios retrospectivos que se han llevado a cabo en los Estados Unidos, se ha demostrado la presencia del virus PRRS en Iowa en el año 1985 y en Minnesota en el año 1986.

En 1990 se dieron los dos primeros brotes en Europa, realizándose el primer aislamiento del agente vírico causal un año más tarde en Lelystad, Holanda (Wensvoort et al, 1991). En España se detectaron los primeros casos en enero de 1991 en un lote de 300 lechones importados de Alemania que mostraban clínica respiratoria y, posteriormente, se difundió con mucha rapidez por todo el país. De hecho, inicialmente se extendió como una pandemia pero actualmente se puede considerar como una enfermedad endémica.

Figura 1. Representación esquemática del virus PRRS.

En 1992 tuvo lugar el primer aislamiento del virus en los Estados Unidos (Collins et al, 1992), constatándose ya una diferencia antigénica considerable entre los aislados americanos con respecto al virus europeo. Esta observación fue posteriormente confirmada mediante secuenciación del genoma vírico sugiriéndose que las cepas europeas y americanas constituyen dos genotipos diferentes del mismo virus (Meng et al, 1995). Desde entonces se han descrito brotes de la enfermedad en los continentes americano, asiático y europeo. La fuente original del virus y las circunstancias que facilitaron su expansión en la población porcina no se conocen. Se cree que pudo pasar a la población doméstica desde alguna especie perteneciente a la fauna salvaje. No obstante, es un punto que se desconoce en la actualidad (Benfield et al, 1999).

Aunque la enfermedad ha recibido diferentes nombres, los participantes en el primer simposium internacional sobre la enfermedad, celebrado en Minnesota en 1992, aceptaron como denominación más idónea la de síndrome reproductivo y respiratorio porcino (PRRS).

Etiología

El agente etiológico del síndrome reproductivo y respiratorio porcino es un virus ARN de cadena positiva, que presenta un pleomorfismo acusado aunque predominan los viriones esféricos con un tamaño medio de 62 nm. En su interior, los viriones muestran un corazón central electrodenso de 25-35 nm de diámetro, rodeado de una envuelta membranosa (Benfield et al, 1992). El hecho de que la replicación vírica se inhiba tras el tratamiento con etanol o éter, sugiere la presencia de una envoltura lipídica (figura 1). Con respecto a su clasificación taxonómica, en la actualidad el virus ha sido encuadrado en la familia de reciente creación Arteriviridae, en la cual también se incluirían los virus lactato deshidrogenasa del ratón (LDH), arteritis vírica equina (AEV) y el virus de la fiebre hemorrágica del simio (SHFV) (Plageman et al, 1992).

Entre las propiedades de los arterivirus que pueden ser relevantes desde un punto de vista clínico son su habilidad para replicarse en macrófagos, su plasticidad genómica y su capacidad de causar tanto infecciones asintomáticas como enfermedades que pueden conllevar la muerte del individuo (Plageman et al, 1996).

El virus del síndrome reproductivo y respiratorio porcino (PRRS) es estable en congelación, pero conforme la temperatura se va incrementando, la capacidad infectante disminuye, así a 4ºC, 20ºC y 50ºC, el virus es estable 30 días, 6 días y 20 minutos respectivamente. Además, pH inferiores a 5 ó superiores a 7 reducen en un 90% la capacidad infectante. Es decir, el virus PRRS es termolábil y pHlábil y, por tanto, es muy probable que no persista durante largos períodos de tiempo en el ambiente. Este virus se puede cultivar en tres tipos de lineas celulares: macrófagos alveolares porcinos (MAP), la línea celular procedente de riñón de mono denominada CL-2621 y el clon MARC-145 de la línea celular procedente de riñón de mono MA-104.

El ácido nucleico del virus PRRS es un ARN de cadena sencilla de polaridad positiva. La organización del genoma del virus PRRS es similar a la descrita para otros arterivirus y para los coronavirus. Este ARN tiene un tamaño aproximado de 15 kilobases y se observan ocho marcos de lectura abierta (ORFs), de los cuales los 1a y 1b codifican la polimerasa vírica (implicada en la replicación y transcripción del RNA), del 2 al 6 codifican proteínas asociadas a membrana (figura 1) y el séptimo codifica la nucleocápside del virus (Meulenberg et al, 1993).

Una de las características más importantes del virus PRRS es la gran variabilidad que se ha descrito entre las distintas cepas aisladas. La síntesis del RNA conlleva inherentemente errores y, por tanto, los genomas de RNA tienen altas tasas de frecuencias de mutación como resultado de mutaciones puntuales, delecciones, adiciones y substituciones (Holland, 1995). Así, en estudios realizados utilizando anticuerpos monoclonales y policlonales, se ha demostrado que existen diferencias tanto antigénicas como de virulencia importantes, tanto entre las cepas americanas y europeas como entre las distintas cepas americanas y europeas entre sí (Lager et al, 1999, Benfield et al, 1999, Meng et al, 2000, Torremorell et al, 2002).

Epidemiología

En los últimos diez años, se han dedicado muchos recursos hacia el control y prevención del virus PRRS y, desgraciadamente, en algunos aspectos la industria porcina no está mejor que cuando se describió por primera vez esta enfermedad. Uno de los principales retos para la comunidad veterinaria es entender totalmente la transmisión de este virus. De hecho, cada año se describen casos clínicos en granjas libres de la enfermedad a pesar de haber desarrollado muchas medidas de bioseguridad (Lager, 2000).

No existen estimaciones fiables sobre la prevalencia de la infección en áreas endémicas. En muchas ocasiones se calcula la prevalencia sobre muestras que no tienen representación estadística de la población que se pretende estudiar. Además, estos estudios se han complicado aún más por la utilización de vacunas atenuadas en la población que conlleva una respuesta serológica indistinguible de la que producen los aislados de campo. A pesar de todas estas limitaciones, se calcula que la cantidad de explotaciones infectadas donde la enfermedad es endémica supera el 60% (Benfield et al, 1999).

Transmisión

El virus es altamente infeccioso, de hecho se ha logrado infectar animales inoculándolos 10 viriones por vía intranasal o intramuscular. Sin embargo, se requieren de 1.000 a 100.000 partículas víricas para conseguir la infección a través de cualquier mucosa (ocular, vaginal u oral) dependiendo de su localización anatómica específica (Cafruny y Honiven, 1988). En general, el virus es lábil ya que es inactivado rápidamente en el ambiente; sin embargo, puede permanecer viable fuera de un animal si se dan unas condiciones adecuadas de temperatura, pH y humedad. Desde un punto de vista práctico, los procedimientos estándar de limpieza y desinfección son efectivos para inactivar el virus en las instalaciones y en el equipo propio de la explotación (Benfield et al, 1999).

Aunque el virus es altamente infeccioso, no es muy contagioso. Se ha demostrado la transmisión directa por contacto entre animales (el virus se puede excretar por orina, saliva, semen, heces, calostro, leche y secreciones oronasales de los animales infectados). En algunas ocasiones, el virus se ha transmitido de animales infectados a animales susceptibles después de que hubieran transcurrido varios meses desde la infección inicial en los primeros, sugiriendo que algunos cerdos se pueden comportar como eliminadores crónicos del virus.

Este hecho epidemiológico es clave para entender porqué la extensión de este virus es difícil de parar cuando se combina la presencia de estos animales “portadores” con prácticas habituales de la industria porcina, como son la concentración de muchos animales de orígenes diversos, la movilidad geográfica de lechones jóvenes y el uso cada vez más extendido de “macrocentros” para la inseminación artificial. Hasta ahora nadie ha podido demostrar que este estado de portador crónico dure toda la vida del animal. También se desconoce porqué sólo algunos animales son portadores crónicos tras la infección inicial mientras que, en la inmensa mayoría, la infección se elimina tras algunas semanas (Lager, 2000, Dee, 2001, Batista et al, 2002).

La transmisión indirecta, es decir, aquella que no implica un contacto directo entre animales, es posible que ocurra en la práctica pero ha sido muy difícil de demostrar en condiciones experimentales. Así, hay trabajos de campo en los que se demuestra que la transmisión por aerosol puede ser una vía muy importante (Lager et al, 2002). Sin embargo, no ha sido posible confirmar fácilmente esta hipótesis a nivel experimental (Torremorell, 1997). Recientemente, se han publicado unos trabajos de investigación en los que se demuestra que las agujas para administración parenteral son una probable vía de diseminación del virus dentro de una misma explotación y también entre explotaciones, en el caso hipotético de que se compartieran las agujas. Por último, parece claro que algunas especies de mosquitos y de aves podrían actuar como vectores biológicos en la transmisión de este virus (Otake et al, 2002 a,b, Wills et al, 2002).

Transmisión dentro de una explotación

Una vez que una explotación se infecta, el virus tiende a recircular de forma indefinida. Extraordinariamente, se ha descrito la eliminación espontánea del virus en una explotación. En estos momentos, los mecanismos probables que hacen que la infección pase a ser endémica no se conocen con precisión, pero parece claro que la infección persistente en animales clínicamente sanos y la introducción continua de animales susceptibles en la explotación (ya sea porque han nacido en ella o porque se han comprado) son elementos claves en este proceso (Wills et al, 1997).

El virus se perpetúa mediante un ciclo de transmisión de las madres a su descendencia ya sea por paso a través del útero o tras el parto y por la mezcla de animales negativos con animales infectados en fases posteriores de la producción.

En cerdos neonatos, los anticuerpos maternos pueden proporcionar algo de resistencia inmunológica a la infección, pero esta protección no es absoluta y es de corta duración (Benfield, 1999). Bajo condiciones en las que los animales susceptibles y los infectados se mezclan (por ejemplo, al destete), una proporción muy importante se podría contagiar. Así, algunos autores han demostrado que, en algunas explotaciones, el 80-100% de los animales están infectados a las 8-9 semanas de edad y que el 96% de los cerdos comercializados de 50 explotaciones infectadas (figura 2) son positivos (Dee y Joo, 1994, Maes, 1997). Sin embargo, el patrón de contagio en granjas endémicas con frecuencia puede ser mucho más lento que el descrito previamente (se han encontrado infecciones a las 12-13 semanas de edad).

Por último, también se han observado diferencias en este patrón entre lotes, módulos e incluso corralinas dentro de una misma explotación. Así mismo, también se ha descrito que animales alojados en explotaciones endémicas pueden permanecer libres de la infección durante largos períodos de tiempo (Le Potier, 1997).

Aunque no es el objetivo de esta revisión estudiar la forma reproductiva que puede desencadenar el virus PRRS, es obligatorio conocer la situación epidemiológica en las granjas de cerdas para entender la evolución del virus PRRS en las explotaciones de cebo.

Hoy día las granjas de cerdas se pueden clasificar respecto a su status frente al virus PRRS del siguiente modo (Fraile, comunicación personal):

  • Categoría 1: Granjas productoras de lechones que son libres de la enfermedad.
  • Categoría 2: Granjas productoras de lechones que tienen hembras portadoras pero que están estables desde un punto de vista clínico (no hay problemas reproductivos). En ocasiones, se puede observar clínica en la transición o/y en el cebo. Es la forma más frecuente en la práctica.
  • Categoría 3: Granjas productoras de lechones que están inestables desde un punto de vista clínico (hay problemas reproductivos). En estos casos se suele observar clínica en la transición o/y en el cebo.

Una medida de control frente a esta enfermedad que surge de modo inmediato tras el conocimiento de esta clasificación, es intentar no mezclar lechones procedentes de granjas de producción con distinta categoría sanitaria dentro de una misma explotación de cebo. Obviamente, la mezcla de animales procedentes de explotaciones con distinta categoría podría implicar una “epidemia” de PRRS tras el llenado de la explotación con consecuencias impredecibles desde un punto de vista clínico (Dee, 2001, Dee, 2002).

Figura 2. Porcentaje de animales positivos al virus PRRS medido a través de la técnica de ELISA en un estudio longitudinal llevado a cabo en dos granjas. En la explotación 1 no había manifestación clínica mientras que en la explotación 2 había síntomas claros de la infección por este virus. (Fraile, datos propios).

Cerdos-positivos-al-virus-PRRS-a-traves-de-la-tecnica-de-ELISA-Razas-Porcinas

Patogénesis

La patogénesis del virus PRRS se basa en la infección y replicación dentro de las células de la línea monocito/macrófago y, como se podría esperar, el pulmón es un sitio predominante de multiplicación vírica (macrófagos alveolares). Otras células donde se puede multiplicar el virus son las células endoteliales y las células espermatogénicas (Lager, 2000).

Los macrófagos que tienen relación con una superficie mucosa son el sitio primario de replicación; posteriormente hay una distribución a tejido linfoide regional para luego acceder, tras su distribución sistémica, a macrófagos y monocitos en múltiples tejidos del organismo. El virus podría entrar en la célula por una ruta endocítica que es pH dependiente y que está muy relacionada con un receptor para el virus a nivel de la membrana celular de determinadas células como los macrófagos.

También se ha descrito que el virus podría entrar en las células fagocíticas a través de un mecanismo dependiente de anticuerpos. Este mecanismo se basa en la unión del complejo antígeno-anticuerpo a la membrana celular, donde hay un receptor para la fracción Fc del anticuerpo y, de este modo, facilitar su entrada dentro de las células diana. Los macrófagos alveolares pulmonares pertenecientes a animales menores de 6 semanas de edad son más susceptibles a la infección por el virus. Este hecho puede explicar porqué la enfermedad es más grave en los animales más jóvenes (Mengeling et al, 1995).

El ciclo de replicación vírica es rápido y la infección produce una lisis celular de la célula y una apoptosis inducida por el virus en las células adyacentes. Por ejemplo, las lesiones asociadas con la enfermedad respiratoria se caracterizan por una neumonía intersticial que puede ser muy grave. Cuando se compara la infección por el virus PRRS a nivel pulmonar, con otros procesos víricos con afección respiratoria, sólo se pudo detectar cantidades muy bajas del virus, y por esta razón se sospecha que la lesión pulmonar se atribuye a la liberación de citoquinas proinflamatorias de macrófagos infectados por el virus. Esta “carencia de virus” es también cierta en el fallo reproductivo asociado a PRRS. Así, hay unas cantidades muy bajas de virus, antígeno viral o ácido nucleico asociado con el tracto reproductivo de cerdas afectadas clínicamente y lo mismo es cierto para fetos abortados, nacidos débiles, mortinatos (incluso en el caso de que se haya podido detectar una viremia en éstos). En el caso de los verracos adultos, el virus PRRS es de nuevo difícil de identificar en los tejidos; sin embargo, se ha detectado donde tiene consecuencias dramáticas, es decir, el tejido espermatogénico de los testículos (Benfield, 2002).

Sintomatología clínica y lesiones

Uno de los rasgos más característicos de un brote infeccioso producido por el virus del PRRS, es la gran variabilidad de efectos clínicos que se pueden observar y la descripción cada vez más frecuente de infecciones subclínicas. De hecho, en la expresión clínica de esta enfermedad tiene mucha importancia factores como los sistemas y densidad de alojamiento, la calidad del aire, el status sanitario general de los animales, la cantidad y la cepa del virus presente. Además, es prácticamente imposible medir los efectos causados por la infección del virus PRRS por sí solo ya que, normalmente, se complica con infecciones secundarias, siendo estas últimas las que determinan frecuentemente la presentación de la enfermedad.

Nos vamos a centrar en la sintomatología clínica que se puede observar en cerdos de transición o cebo, ya que la enfermedad reproductiva asociada al virus PRRS no es objeto de esta revisión.

La sintomatología sistémica, que es la primera en aparecer, puede incluir la muerte de los animales afectados (cursando como muertes súbitas que son muy difíciles de asociar a una infección por PRRS en una necropsia estándar), especialmente en la fase aguda de la infección, pero suelen predominar la anorexia, la pirexia, la letargia y, en ocasiones, la cianosis en la piel. La falta de apetito se suele presentar en realidad más bien como una inapetencia transitoria que aparece a lo largo de varios días en distintos animales. La pirexia (que rara vez supera los 40º C) suele afectar sólo al 30% de los animales. Por último, la cianosis sólo se suele observar en el 5% de los animales afectados.

Los signos respiratorios, que incluyen la presencia de disnea y taquipnea, pueden ser observados o no en la fase aguda en los animales adultos, pero son los síntomas que predominan normalmente en los animales más jóvenes, apareciendo frecuentemente una respiración abdominal en los lechones que están en lactación y en los recién destetados. También se puede observar la aparición de estornudos, conjuntivitis y edema palpebral. La mortalidad durante la transición se puede incrementar desde un 1-2% antes del brote clínico hasta un 10-15% postbrote. Sin embargo, la mortalidad que se ha descrito para cerdos adultos no suele superar el 5% (Benfield, 1999).

Un componente muy importante en la enfermedad pre y postdestete es el desarrollo de infecciones secundarias.

De hecho, se han descrito las siguientes infecciones víricas asociadas al virus PRRS: gripe porcina y coranavirus respiratorio porcino. Así mismo, se ha demostrado la asociación con Haemophilus parasuis, Streptococcus suis, Salmonella choleraesuis, Actinobacillus pleuropneumoniae, Pasteurella multocida y Mycoplasma hyopneumoniae.

Quisiera destacar -porque es una asociación mucho menos conocida- la aparición de un brote epidémico por Escherichia coli enterotoxigénico (agente etiológico de la enfermedad de los edemas) tras la recirculación del virus PRRS en una transición o en el inicio de un cebo (Nakamine et al, 1998).

En todos los casos de infección conjunta, la sintomatología observable es la descrita anteriormente al virus PRRS más la propia de cada agente infeccioso comentado anteriormente que no puedo pasar a pormenorizar individualmente porque no es el objetivo de esta revisión. No obstante, a nivel de campo, se observarían casos de enfermedad de Glasser, meningitis estreptocócica, salmonelosis porcina, actinobacilosis porcina, pastereulosis o de micoplasmosis que tendrían una presentación clínica mucho más grave que si no se presentaran como una coinfección. También en los casos de infección conjunta disminuye la eficacia de los tratamientos habituales frente a los microorganismos que actúan junto al virus PRRS (Fraile, comunicación personal).

Desde finales del año 1998 y, sobre todo a partir del año 1999, la asociación del virus PRRS y el circovirus porcino tipo 2 ha adquirido una relevancia enorme, sobre todo en aquellas regiones de nuestro país donde la producción porcina está más masificada (zonas de alta densidad). No se describe la sintomatología asociada al circovirus porcino tipo 2 porque se va a detallar con posterioridad en esta monografía. De todas formas, es muy probable que desarrollen su acción conjuntamente en muchas explotaciones y que, desde un punto de vista clínico, no se puede saber si lo que se observa está producido por el virus PRRS, el circovirus porcino tipo 2 o la coinfección de ambos ya que la sintomalogía clínica y las lesiones no permiten su diferenciación. De hecho se requiere ayuda laboratorial para llegar a un diagnóstico diferencial (Calsamiglia et al, 2002, Segalés y Domingo, 2002).

El virus PRRS produce una infección multisistémica que conlleva una afección de muchos tejidos. Sin embargo, las lesiones macroscópicas se suelen observar sólo en unos pocos órganos (ej: pulmón y tejido linfoide). Las lesiones tanto macro como microscópicas son mucho más evidentes en los animales más jóvenes aunque son similares en cerdos de cebo.

Los estudios patogénicos han descrito lesiones pulmonares macroscópicas (neumonía intersticial) que empiezan 48 horas tras la infección, se agravan al cabo de 10 días y se empiezan a resolver 21-28 días post-infección. Las infecciones por el virus PRRS, si no se complican, producen un engrosamiento de los tabiques interalveolares por infiltración de células mononucleares. También hay una acumulación de macrófagos necróticos y normales en los espacios alveolares. Inmediatamente tras la infección, se ha demostrado una disminución de la función de los macrófagos alveolares e intravasculares que se cree juega un papel en el desarrollo de infecciones secundarias. Se ha descrito la presencia de una linfoadenopatía generalizada, observada con mayor frecuencia en los ganglios de las regiones torácica, cervical e inguinal (hipertrofia e hiperplasia folicular) que empieza 10-14 días post-infección y persistirá, como mínimo, durante varias semanas. Las lesiones microscópicas se desarrollan como consecuencia de la infección de los macrófagos en otros tejidos; el tipo y grado de inflamación depende de la cepa vírica, edad de los animales, genética del cerdo, complicaciones con otros agentes bacterianos y víricos así como la presencia de factores estresantes. Así, también se ha observado encefalitis, rinitis, miocarditis y arteritis (Benfield et al, 1999).

Inmunología

Si tenemos en cuenta diferentes estudios de campo, parece claro que las cerdas que no padecían la infección se pueden contagiar por el virus PRRS. Sin embargo, cerdas convalecientes parecen que son inmunes frente a su reexposición al virus del PRRS. No obstante, en ocasiones cerdas convalecientes y/o vacunadas manifiestan signos clínicos tras una infección por este virus.

Estudios experimentales que se han llevado a cabo para estudiar la respuesta inmune a este virus han dejado claro que los cerdos desarrollan una respuesta homóloga (a la misma cepa de PRRS) que es protectora y de larga duración (Lager, 2000). Los estudios de exposición homóloga parecen sencillos: los cerdos son inmunizados con una cepa concreta de virus PRRS y, posteriormente, son expuestos a la misma cepa. En este caso no se observaron signos clínicos y el virus campo no se replicó o lo hizo a unos niveles muy bajos en el hospedador.

La exposición a cepas heterólogas podría o no demostrar inmunidad protectora, es decir, algunos animales aparecerán normales tras el contagio sin que se detecte replicación vírica en éstos, mientras que otros estarán clínicamente normales aunque se replique el virus en ellos y otros estarán clínicamente afectados. Unos resultados u otros son impredecibles y se cree que es debido a la variación biológica en los animales y a las diferencias existentes entre la cepa inmunizante y la de virus campo. Se ha descrito inmunidad protectora completa en un estudio con cepa homóloga (Shin et al, 1997) e incompleta en otros estudios con cepa homóloga (Christofher-Hennings et al, 1997) y heteróloga (Nielsen et al, 1997), respectivamente.

No se conoce completamente la inmunología de esta infección vírica. No obstante, parece claro que se requiere una respuesta eficaz tanto humoral como celular para que aparezca una protección completa. Por otro lado, la respuesta inmune a este virus se ha descrito como no convencional ya que, aunque los anticuerpos frente al virus aparecen muy rápido tras la infección (7-14 días), alcanzan un máximo a las 5-6 semanas y perduran durante toda la vida comercial de un cerdo de cebo (figura 2 y 3), se requieren de cuatro a seis semanas tras la infección para que empiecen a aparecer anticuerpos neutralizantes que alcanzan el título máximo a las 10 semanas postinfección (Benfield et al, 1992, Christianson et al, 1992, Yoon et al, 1995). Curiosamente, esta respuesta serológica coincide en estos casos con la desaparición de una viremia que había sido excepcionalmente larga.

También parece claro que la respuesta inmune celular específica frente al virus PRRS también tarda mucho en desarrollarse frente a la infección y va paralelo a la aparición de anticuerpos neutralizantes (Albina et al, 1998, Fuertes et al, 1999). Recientes estudios experimentales han demostrado que un desafío con una cepa homóloga en un animal inmune no desarrolló una respuesta inmune humoral anamnésica. Esto se observa a nivel de campo, ya que cerdas que son vacunadas reiteradamente (al menos 3 veces por año) pueden ser seronegativas. Sin embargo, sí que se ha observado una respuesta inmune celular de recuerdo sugiriendo que ésta podría ser mas relevante a la hora de definir el concepto de inmunidad protectora (Bautista y Molitor, 1997).

Se han observado diferencias antigénicas entre cepas víricas con anticuerpos monoclonales y, de este modo, se han podido identificar epítopos sobre varias proteínas estructurales víricas. Hasta la fecha no se ha podido demostrar que existan epítopos protectores aunque hay anticuerpos monoclonales que reaccionan con las proteínas Gp4 y Gp5 que pueden neutralizar la infectividad en cultivos celulares (Pirzadeh et al, 1998); sin embargo, no se sabe si estos mismos podrían evitar que el virus infectase los macrófagos alveolares in vivo.

Recientemente, Osorio, 2002a ha demostrado que la transferencia de anticuerpos seroneutralizantes a cerdas que no habían sido expuestas al virus PRRS podría protegerlas frente a la sintomatología reproductiva que se desencadenaría tras su infección experimental. No se han llevado a cabo estudios similares para evitar la sintomatología respiratoria tras la infección, pero podrían ser de gran interés a nivel de campo.

Estudios “in vivo” han demostrado diferencias entre cepas víricas y parece claro que puede existir resistencia en animales que fueron inmunizados con una cepa y luego desafiados con la misma (exposicicón homóloga) y que, en cambio, no existe protección cuando son inmunizados con una y desafiados con otra (exposición heteróloga). No obstante, en la literatura se pueden encontrar estudios contradictorios al respecto (Lager, 2000).

Tras la infección con el virus PRRS hay una mayor incidencia y gravedad de patologías secundarias. Este hecho se ha interpretado como una evidencia que el virus PRRS tiene propiedades inmunosupresoras.

En condiciones experimentales, se ha intentado demostrar este efecto con infecciones duales del virus PRRS y otros virus o bacterias. Los resultado han sido equívocos, ya que algunos estudios han demostrado que el virus PRRS puede afectar negativamente el sistema inmune mientras que otros no lo han podido afirmar (Lager, 2000). Muchos factores podrían explicar esta discrepancia: genética de los animales, la cepa del virus PRRS utilizada en el desafío y su virulencia, por nombrar sólo unos pocos. A pesar que los estudios experimentales no son determinantes, a nivel de campo se observan muchísimas complicaciones secundarias que van parejas a una infección por el virus PRRS.

Otros experimentos han demostrado que hay una disminución en la función y en el número de células efectoras dentro del pulmón. Así mismo, aunque hay una respuesta inmune celular (células T) contra proteínas estructurales virales, se cuestiona si ésta es adecuada en el tiempo y magnitud, sobre todo si se comparan con otros procesos virales. Además, hay datos preliminares que sugieren que el virus PRRS podría modular negativamente la respuesta inmune a través del “perfil” de citoquinas presentes tras la infección. También se desconoce porqué el virus puede persistir en los pulmones, tejidos linfoides y en los testículos durante muchas semanas o meses antes de que se elimine definitivamente del animal.

Diagnóstico

El diagnóstico clínico del virus PRRS como agente causante de patología respiratoria no es posible ya que la sintomatología que desencadena es compatible con la producida por otros agentes bacterianos y/o víricos. Por tanto, se impone llevar a cabo un diagnóstico laboratorial. Éste se puede desarrollar tanto por la detección de anticuerpos frente a la enfermedad (diagnóstico serológico), como por aislamiento directo del virus en tejidos (diagnóstico etiológico).

Diagnóstico serológico

Las técnicas más usadas son la inmunofluorescencia indirecta (Estados Unidos y Canadá), la inmunoperoxidasa en monocapa (Europa), el ELISA y el test de seroneutralización.

Con la inmunofluorescencia indirecta (IFI) e IPMA (Wensvoort et al, 1991, Yoon et al, 1992) se pueden detectar los anticuerpos que aparecen de 7 a 11 días post-infección y alcanzan un máximo a los 30 ó 50 días, pudiendo pasar a ser seronegativos a los 4 ó 6 meses. Ambas técnicas son muy específicas pero sólo detectan anticuerpos frente a cepas de PRRS relacionadas con la usada para realizar el test (se requiere el análisis frente a una cepa americana y una europea).

El ELISA es la técnica más ampliamente utilizada para la detección de anticuerpos frente a la enfermedad, siendo sus principales ventajas eliminar la subjetividad asociada a las técnicas anteriormente mencionadas y permitir el análisis serológico a gran escala (figura 2). Además permite la detección de anticuerpos tanto frente a cepas europeas como americanas. Los anticuerpos analizados con esta técnica aparecen de 9 a 13 días post-infección, alcanzan un pico a los 30 ó 50 días, y luego declinan, pudiendo los animales pasar a ser negativos a los 4 ó 10 meses post-infección (Albina et al, 1992).

El test de seroneutralización detecta anticuerpos seroneutralizantes que aparecen más tardíamente (de 9 a 28 días post-infección) y declinan de forma gradual (figura 3), de modo que pueden ser detectables por encima del año post-infección. El principal inconveniente es que es una técnica laboriosa, que requiere varios días para ser leída (Yoon et al, 1994).

Los test serológicos no pueden distinguir entre los animales vacunados y los infectados a nivel de campo.

Diagnóstico etiológico

Las técnicas que llevan a cabo un diagnóstico etiológico son capaces de detectar la presencia del virus en tejidos. Para llevarlo a cabo se puede utilizar la inmunofluorescencia directa (IFD), técnicas inmunohistoquímicas o intentar el aislamiento vírico.

La IFD o la inmunohistoquímica se puede realizar en muestras de pulmón, amígdalas o linfonódulos si el proceso de autolisis no se inició. Sin embargo, el suero es la principal muestra de elección para el aislamiento vírico debido a que los animales son virémicos durante un período prolongado de tiempo (1 a 6 semanas dependiendo de la edad de los animales).

A pesar de que las técnicas anteriores se han utilizado mucho en el pasado, hoy día la técnica más utilizada para llevar a cabo el diagnóstico etiológico es la reacción en cadena de la polimerasa (PCR). Esta técnica es altamente sensible, pudiendo detectar hasta 10 DI50CT de PRRS. Las muestras de preferencia son el suero y el pulmón. Debido a la ya mencionada alta variabilidad existente entre las cepas europeas, los PCRs desarrollados frente al PRRS, se han dirigido no sólo a identificar o no la presencia del agente en las muestras, sino también a la diferenciación entre genotipos americanos y europeos mediante el uso de cebadores comunes y específicos de cada genotipo (Van Woensel et al, 1994, Suárez et al, 1994, Horter et al, 2002).

Prevención, control y tratamiento

Uno de los mayores retos para todos los veterinarios en el mundo es reducir los efectos clínicos y económicos que tiene el virus del PRRS dentro de las granjas infectadas. Aunque todavía quedan muchas cuestiones que no tienen respuesta, esta sección proporciona una visión global de las estrategias existentes para evitar la introducción del virus en granjas negativas, controlar el proceso en las infectadas y, por último, valorar distintos opciones terapéuticas en los animales enfermos.

Prevención

A pesar que el virus PRRS está muy extendido por todo el mundo, todavía existen explotaciones libres de la enfermedad. Hoy día no se conocen todas las posibles vías por las que se podría infectar una explotación negativa. No obstante, está muy claro que la fuente principal de contagio es el cerdo infectado. Por esta razón, es básico adquirir los animales de reemplazo de explotaciones negativas si queremos que nuestra granja continúe siendo negativa. Además, es necesario alojar los animales que se introduzcan en una cuarentena alejada de la explotación y someterlos a test diagnósticos (serológicos) tras su llegada y 21 días después para asegurarnos que estos animales no están infectados antes de trasladarlos a nuestra explotación. Si el test diagnóstico diera resultado positivo, los animales deberían ser enviados al matadero y la cuarentena se tendría que lavar con agua caliente (95ºC) y desinfectar con productos basados en formaldehído o derivados fenólicos, tras lo cual se dejaría vacía durante, al menos, 7 días antes de volver a introducir animales (Benfield et al, 1999).

Control

Aunque el objetivo de esta revisión son las neumonías víricas producidas por el virus PRRS, el control de este proceso pasa inexorablemente por unas series de medidas en las granjas de producción de lechones. Por esta razón, a partir de ahora, muchas medidas de control se van a describir en estas explotaciones.

Ante la perspectiva de intentar controlar el virus PRRS en explotaciones infectadas, la decisión clínica pasa por erradicar el virus de la granja o por el contrario intentar controlarlo para que el impacto productivo y económico de la enfermedad sea compatible con la viabilidad de la explotación. Una decisión u otra se deben tomar teniendo en cuenta varios factores como son la ubicación de la granja, las probabilidad de reinfección, la posibilidad real de llevar a cabo el proceso de erradicación y el coste de ambas medidas (Roberts, 2002).

Erradicación

Para intentar erradicar el virus PRRS de una explotación de lechones es necesario que no haya manifestado clínica reproductiva al menos durante un año (Benfield et al, 1999). Una de las técnicas que ha tenido más éxito para erradicar PRRS ha sido la combinación de una despoblación parcial de la transición (si son granjas con transición) y la aplicación del “test and removal” a todas las hembras de la explotación tal y como lo ha descrito Dee y Molitor, 1998. Otra técnica denominada “cierre de la explotación” se ha publicado recientemente por Torremorell y Christianson, 2001 en un simposium sobre erradicación de varias enfermedades porcinas. Sobre esta técnica la empresa PIC tiene amplia experiencia en granjas de Estados Unidos. Ambas técnicas no se describen con más detalles por problemas de espacio y se remite a sus autores para consultarlas en profundidad. En nuestro país, los programas de erradicación de PRRS están en una fase muy incipiente, sobre todo por el gran escepticismo que tenemos los clínicos ante la posibilidad real de eliminar esta enfermedad. No obstante, creo que sería muy positivo para el sector porcino y para la profesión veterinaria que dedicáramos más esfuerzos para coordinar programas de erradicación por áreas geográficas.

Figura 3. Secuencia temporal de hechos que suceden en un animal tras su infección por el virus PRRS. Esta representación ha sido cedida por el Dr. Osorio (Universidad de Nebraska, USA).

Además se adjunta la traducción al castellano del texto utilizado:

  • PRRSV RNA and antigen co-localized in same cells (lung): Se puede detectar el RNA y antígeno del virus en las mismas células (del pulmón).
  • Male: Semen shedding, temporary male sterility: Macho: Eliminación en el semen, esterilidad masculina temporal.
  • Massive apoptosis in main target tissues: Masiva apoptosis en tejidos diana.
  • Shedding and contagion to contact animals: Eliminación y contagio a los animales que conviven con los infectados.
  • Infectivity in tissues: Infectividad en tejidos.
  • SN Abs: Anticuerpos seroneutralizantes.
  • Total Abs: Anticuerpos totales.
  • IFNg Prod Cells: Células productoras de interferón gamma.
  • Infection: Infección.
  • mos: meses.
  • Initial period of delay in PRRSV-specific SN and SFC (IFN)g responses: Periodo inicial en el que hay un retraso desde la infección hasta la aparición de anticuerpos seroneutralizantes y de respuesta inmune celular.

Control propiamente dicho

El elemento clave en el control del PRRS es la reducción de la extensión del virus dentro de la población de hembras. De este modo se evita la infección de la descendencia antes del destete. Dentro de explotaciones endémicamente infectadas, hay subpoblaciones seronegativas que pueden mantener la transmisión del virus en la explotación de reproductoras a lo largo del tiempo. Un modelo para el control del PRRS se centra en la eliminación de subpoblaciones y se basa en los siguientes puntos (Benfield et al, 1999):

  1. Tener un sistema adecuado para la introducción de primerizas dentro de explotaciones positivas a PRRS.
  2. Evitar la transmisión del virus de la cerda al lechón mediante la estabilización de la explotación de cerdas.
  3. Controlar la extensión del virus en la transición y en el cebo.

1. Sistema para la introducción de primerizas:

Está claro que un manejo adecuado de los animales de reemplazo es esencial para controlar la formación de subpoblaciones y la difusión del virus en la explotación de producción. Es imprescindible entender si hay diferencias entre el status frente al PRRS de las hembras de reemplazo y el resto de hembras de la explotación. Si existen diferencias hay que establecer programas para la introducción de los animales (Roberts, 2002, Osorio 2002).

Uno de los sistemas que aseguran una mejor coordinación entre los animales de reemplazo y los ya existentes es la utilización de reposición interna, es decir, parte de la población de hembras reproductoras son abuelas para la producción de las hembras de reemplazo que se desarrollan dentro del esquema de producción normal de la explotación. Este sistema suele asegurar una gran estabilidad frente al virus PRRS y otros patógenos porcinos. No obstante, el sistema no es infalible. De hecho, se podría dar una mutación de la cepa o cepas ya presentes y, por tanto, desencadenar un nuevo brote de PRRS clínico. Este sistema implica una mayor complicación para el manejo de la explotación y, seguramente por esta razón, no se utiliza con mucha frecuencia dentro del sector porcino.

La reposición externa implica la adquisición de hembras de multiplicadores de fuera de la granja. Normalmente los métodos que mejor funcionan son aquellos que introducen las hembras a edades muy tempranas (desde 1 hasta los 56 días de vida) en las explotaciones receptoras ya que permiten una adaptación frente al virus PRRS lenta y progresiva en todas las fases de cría de los animales (transición y/o cebo). Estos sistemas presentan el inconveniente de tener hembras de reemplazo de varias edades, con la complicación que supone en cuanto a instalaciones y manejo. Un problema adicional que podría surgir es la reinfección de las hembras reproductoras desde la transición, donde se desarrollan las F1, porque están en fase “activa” de infección.

El sistema que se utiliza con más frecuencia es la introducción de animales de reemplazo a los 6 meses de vida (100 Kg. de peso vivo) en la cuarentena de la explotación. Hay una gran controversia dentro de los clínicos porcinos sobre si los animales de reemplazo deben ser PRRS positivos o negativos para explotaciones que están endémicamente infectadas. La adquisición de hembras negativas garantiza que no se van a introducir animales con enfermedad activa en la explotación, ni animales “portadores” crónicos y que tampoco se introduce una cepa de PRRS distinta a la ya existente.

Es obligatorio comprar recría negativa cuando se plantea llevar a cabo un programa de erradicación frente a esta enfermedad, pero en este caso la aclimatación debe ser muy exigente (se desarrollará posteriormente en el punto 2). La introducción de animales procedentes de explotaciones positivas presenta mucho riesgo por la posibilidad de entrar una enfermedad activa en la granja, así como una variedad de virus PRRS distinto del existente contra el cual la protección que presentan los animales sería incierta. Si se opta por este último sistema, se recomienda alargar la fase de cuarentena como mínimo tres o cuatro meses. No obstante, hay que estudiar cada caso particular antes de tomar una decisión y cada sistema de reemplazo presenta sus ventajas e inconvenientes.

2. Estabilización de la granja de cerdas.

El primer punto clave para conseguir la estabilización de la granja de cerdas es la introducción de cerdas primerizas adaptadas -tal y como hemos comentado anteriormente- para evitar la formación de subpoblaciones que pueden mantener la transmisión del virus en la explotación de reproductoras a lo largo del tiempo.

Desde que apareció esta enfermedad, se han desarrollado vacunas comerciales para intentar conferir una protección inmune en la población de hembras reproductoras (se suelen aplicar en lactación) y en las hembras de reemplazo (se suelen vacunar y revacunar). En teoría, sería un sistema ideal para conseguir la estabilización de la granja de cerdas (Benfield et al, 1999).

En España se comercializa una vacuna que está basada en el genotipo americano y el resto son de genotipo europeo; dentro de estas últimas, las hay vivas atenuadas e inactivadas. Desde mi punto de vista, no existen datos que permitan saber con certeza el grado de eficacia que presentan las distintas vacunas en condiciones de campo, ya que los estudios que se suelen presentar se llevan a cabo en condiciones muy alejadas de las que existen a nivel práctico. Entonces, se entiende fácilmente que haya una disparidad enorme de criterio sobre las condiciones de utilización, eficacia y utilidad de las vacunas como sistema de estabilización en las granjas de cerdas entre los clínicos porcinos. Sería muy interesante que centros independientes de investigación (Universidades, Institutos de Investigación etc.) dedicaran esfuerzos a proporcionar datos objetivos a los profesionales del sector en cuanto a la utilización y eficacia de estas vacunas en condiciones de campo.

Un sistema que se ha utilizado para intentar conferir protección inmune a las hembras de reemplazo es infectarlas con una cepa de campo en la cuarentena, ya sea por contacto directo (infección vía aerógena?) con animales en fase de transición (se ha intentado en muchas ocasiones con resultados muy variables) o por vía yatrogénica del virus campo mediante la administración parenteral de suero infectado de animales jóvenes (muy común en países como México y poco frecuente en nuestro país). En cualquier caso esta práctica exige una cuarentena de los animales muy larga (entre tres y cuatro meses) y un estudio analítico previo a su introducción en la explotación para asegurarnos que no son animales con enfermedad activa (Segalés, comunicación personal).

3. Controlar la extensión del virus en la transición y en el cebo.

Si los dos primeros puntos se han llevado a cabo con eficacia, existirá una proporción muy baja o nula de animales infectados en el momento del destete, con lo cual la afección por el virus del PRRS suele cursar de modo subclínico en la transición y en el cebo. De hecho, en granjas estables todos los animales son positivos por ELISA al final de cebo pero no se suele observar clínica reseñable en ellos.

La experiencia de campo, así como muchos estudios experimentales, han puesto de manifiesto que puede haber una transmisión lateral del virus PRRS desde animales infectados hacia animales más jóvenes que no lo estaban. Este hecho se da con mucha más frecuencia en sistemas de producción en flujo continuo y es más improbable que ocurra si se cumple estrictamente un sistema “todo dentro-todo fuera” en transición y cebo. Si a pesar de tomar medidas, observamos que existe infección lateral del virus PRRS es muy recomendable llevar a cabo una despoblación parcial para romper el ciclo de infección que puede implicar la transición y/o el cebo (Dee, 2001).

Si las medidas de control en la granja de cerdas no funcionan como es debido y, por tanto, se originan una proporción importante de lechones infectados en el momento del destete, hay que aplicar una serie de medidas estrictas para disminuir el problema. Entre éstas las más eficaces incluyen limitar el intercambio de lechones (crossfotering) entre camadas a las primeras 24 horas de vida, sacrificar los animales crónicamente infectados antes del destete y mantener un manejo estricto “todo dentro-todo fuera” en la transición (Benfield et al, 1999).

No hay datos contrastados respecto al uso de vacunas comerciales para intentar disminuir la infección en la transición y en el cebo. En cualquier caso. su utilidad sería todavía mucho más discutible que en el caso de la forma reproductiva del PRRS por el hecho de que la inmunidad protectora tarda en desarrollarse y, como hemos comentado previamente, las infecciones de mayores consecuencias clínicas se suelen dar en fase tempranas de la transición.

Tratamiento

Hoy día no hay fármacos antivíricos específicos que disminuyan la multiplicación del virus PRRS en las células diana. Por tanto, todos los tratamientos que se han utilizado en los animales infectados van dirigidos a intentar controlar las infecciones bacterianas secundarias. Se han prescrito una gran variedad de antibióticos en función de la infección secundaria predominante con una eficacia muy discutible, en muchas ocasiones, debido al efecto inmunosupresor que tiene este virus.

De hecho, desde la aparición del virus PRRS y otros virus (sobre todo el circovirus porcino tipo 2) en la patología porcina parece que todos los antibióticos han disminuido significativamente su eficacia, con lo que se deja claro que los antibióticos son necesarios pero no suficientes para controlar los procesos infecciosos y que un sistema inmune eficaz es absolutamente imprescindible (Fraile, comunicación personal).

Recientemente, Molitor et al, 2001, han publicado que un antibiótico macrólido de nueva generación (tilmicosina) se concentra en los macrófagos y que es capaz de afectar su función a nivel alveolar, de tal modo que aumenta la resistencia de estas células a la infección por el virus PRRS. En estudios in vitro , se observó que este fármaco disminuía la replicación viral de un modo dosis dependiente y estudios in vivo han demostrado que los animales que comían pienso con tilmicosina (400 ppm) presentaron una disminución en la gravedad de la hipertrofia de los ganglios linfáticos y de las lesiones pulmonares cuando se compararon con los controles infectados con el virus.

Este hecho ha sido definido por estos autores como un efecto antiviral indirecto llevado a cabo a través del macrófago. Sería muy interesante que se realizaran estudios a gran escala para valorar la eficacia de este posible “tratamiento” en condiciones de campo, así como su relación coste-beneficio.

Fuente: Albeitar & Razas Porcinas.


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