Los cerdos inmunocastrados se pueden alimentar con los mismos nutrientes que los enteros hasta aplicar la segunda dosis de vacuna, pero en esa fase final conviene aportar un alimento con menor contenido energético.
Por el contrario, los requerimientos proteícos serán mayores que los de los machos castrados físicamente.
Un artículo publicado en el número de noviembre de Suis explica cómo afecta a las necesidades nutricionales de los cerdos la inmunocastración.
La inmunización activa contra la hormona liberadora de gonadotropina (GnRH), también conocida como inmunocastración, se considera como una de las alternativas más prometedoras a la castración física. El programa vacunal implica la aplicación de dos dosis de una vacuna frente a la GnRH (Improvac, Pfizer Salud Animal): la primera, después de las ocho semanas de vida, y la segunda, entre ocho y cuatro semanas antes del envío del cerdo al matadero. Con la segunda dosis o inmunización secundaria se causa el efecto fisiológico de castración deseado.
La administración de esta última dosis se ha programado para que se dé en la última fase de acabado, con el fin de maximizar los beneficios productivos propios de los cerdos enteros, pero siendo suficiente para que se agoten todos los compuestos que producen el olor sexual en el cuerpo. Así, los cerdos inmunocastrados se podrán alimentar con los mismos nutrientes que los enteros hasta aplicar la segunda dosis de vacuna. Sin embargo, parece lógico pensar que necesitarán un plan de alimentación específico para la última fase del cebo, ya que sus necesidades serán diferentes a las que se contemplan actualmente para machos enteros o castrados quirúrgicamente.
En esta fase final convendría aportar un alimento con menor contenido nutricional que el usado para cerdos enteros, con el fin de abaratar los costes de alimentación. Sin embargo, teniendo en cuenta estudios recientes, los requerimientos proteicos sí que serían mayores que los de los machos castrados físicamente.
Fuente: Albéitar & Razas Porcinas.



